Desde 1885, los cristianos de habla alemana se reúnen en el corazón de la ciudad de Barcelona bajo la Palabra de Dios
para celebrar juntos el oficio religioso y fortalecer el sentimiento de comunidad.
Desde sus inicios, la Comunidad se ha entendido como Comunidad Unificada, es decir comprometida con la tesis de la
declaración teológica de Barmen de 1934 y abierta a todas las iglesias reformadas.
Los luteranos, los calvinistas y los zwinglianos celebran su fe en común.
De la Palabra de Dios emanará el espíritu que crea la paz, la comunión y la reconciliación.
En 1885, diversas familias alemanas, austríacas y suizas fundaron en el centro del catolicismo español la primera Comunidad Evangélica de Habla Alemana, confiando en Cristo y con la ayuda de la familia Fliedner y el apoyo de los respectivos consolados.
Empezó con una comunidad de 56 miembros en una capilla bautista. Posteriormente, los miembros se reunieron en una alquilada capilla del casco antiguo. Más adelante, en 1903, se inauguró la primera iglesia, con rectoría y escuela en el Carrer Moyà. En 1941, la Comunidad vendió estos inmuebles para instalarse, en 1942, en un nuevo centro construido por el arquitecto alemán Otto Bartnig, situado en el Carrer de Brusi 94. Desde ese momento, la comunidad tiene su centro en dicho lugar.
Hoy somos unos 500 miembros.
Nos consideramos una comunidad acogedora y abierta. Nuestro centro es un lugar de identidad protestante dialogante con las demás denominaciones y religiones.
Nuestra orientación básica deriva de nuestra relación con la tradición bíblica, el oficio divino y la comunidad de la
Eucaristía.
Tratamos así de ser una contrapartida crítica de los estándares de valores e ideologías de nuestro tiempo. Al mismo
tiempo, nos esforzamos por encontrar, desde esta perspectiva y en el marco de una libertad responsable, respuestas posibles al mundo y a sus cuestiones vitales centrales. Una iglesia cristiana
debería mirar más allá del día de hoy, porque la esperanza que nos embarga va más allá de cualquier frontera y época.
En tanto que comunidad, nos sentimos comprometidos en pensamiento, obra y acción con un gran teólogo alemán, antiguo vicario de nuestra comunidad (lo fue entre 1928 y 1929), con Dietrich Bonhoeffer. Él dijo: “Si las ilusiones del hombre son tan poderosas que pueden mantener la vida en marcha, ¿cuán grande no es el poder que posee una esperanza fundamentada? Y continúa: “Por eso no es una vergüenza tener esperanza,- tener una esperanza que no conoce límites.”
Esta esperanza, fundamentada en Jesucristo, que es la base y el fundamento de nuestra fe y de nuestro hacer, nos da a nosotros, cristianos y cristianas, la libertad y el coraje para contribuir a modelar activamente nuestro mundo. La rica y viva vida, existente en el seno de nuestra comunidad, la colaboración con las diversas instituciones de la vida cultural y pública, y la comunión ecuménica con las demás confesiones dan fe de ello.